Hace unos días, Joshua Jackson (que lo está petando como Peter en la serie "Fringe") se presentó vestido de Pacey (el personaje que interpretó en "Dawson Crece" y que le lanzó a la fama) a la Comic-Con recién celebrada en San Diego. Os dejo el vídeo (for all you Dawson fans out there!!) y luego comentamos.
Dawson es mi serie favorita de todos los tiempos. Curiosamente, está protagonizada por un adolescente que no para de rajar. Habla como un erudito de 40 años. Siempre amé el concepto: adolescentes que no son unos zoquetes, que piensan y sienten, cuyo único objetivo en la vida no es beber y enrollarse los unos con los otros. Vale, a partir de la segunda temporada llegó el inevitable "a liarse todos con todos", pero la serie siempre mantuvo cierta dignidad, nunca acabó de vender su alma al diablo. En Dawson siempre hubo cierto respeto por sí misma.
Recuerdo que, tras ver "Scream" y los primeros episodios de "Dawson Crece" a las diez y media de la noche en Canal Plus (eran codificados, o sea, que era good shit), sentí un/a deseo/visión tan cristalino/a como el agua de Lanjarón (no como la cosa chusca esa que sale por vuestros grifos): "QUIERO SER GUIONISTA". Quería escribir frases tan armónicas, tan geniales, tan perfectas en sí mismas como las que soltaban los personajes de las pelis y series de Kevin Williamson. Con el paso de los años, me he dado cuén de que las frases no eran tan tan la leche, que eran un poquito pedantes y un poquito over the top... No me entendáis mal, el encanto sigue ahí (it´s The Dawson!), pero el efecto era distinto. Aún así, no puedo olvidar aquellos años, creo que era 1998, había cumplido 18 años y me metí a estudiar periodismo... cuando lo que me bullía por dentro era lo de darle a la teclita para escribir historias de ficción. Por eso, a mí, el periodismo, siempre me ha gustado para llevarlo al terreno del chalaneo y la mamarrachada. El periodismo es sólo otra forma de entretener a la gente. Quizá esa forma de pensar tenga algo que ver en que ahora sea teleoperador en Dublín... Oh, shit...
El deseo aquel de ser guionista sigue latiendo en mí, como un pequeño hombrecillo que se resiste a morir. Y seguirá ahí. La pena es que voy a cumplir 30 años "en breves" y lo de que me produzcan una serie aún no se ha dado, y la vida me alcanza. Con sus molestas tareas. Veré por cuánto tiempo más puedo zafarme de ella. Ahora el deseo del guionismo está un poquito aparcado, porque ya he visto cómo se mueven los hilos por dentro, y porque ahora lo que me bulle de verdad es lo de montar la revista. Si fuera un vendedor de melones diría que "me lo quitan de las manos". Así está de bullicioso el deseo, oiga.
Pero volvamos a Dawson: mi afición por la serie no sólo se explica por la existencia de un protagonista capaz de verbalizar de forma elocuente hasta cuando le pica el escroto, sino por mi carencia de una vida social ajetreada. O de una vida social. A secas. Soy consciente de que a los 18 años el español medio ya se ha frotado hasta con Scotch Brite y se ha fumado hasta el mismísimo Pirulí (de ahí su desgaste), pero mis 18 años fueron algo distintos. Lo dijeron mejor en "Leyenda Urbana" cuando una pareja aparece muerta tras practicar el coito y el director le pregunta a la poli negra, aún escandalizada por la postura amatoria de la difunta pareja, si es que nunca ha tenido 18 años. La respuesta de la poli negra es memorable: "... No esos 18". No voy a contar, por supuesto, mis más negros pasajes de tan señalada edad... que no fue tan negra. Por ejemplo, recuerdo el principio de la universidad como un suceso felicísimo, aunque no recuerdo el porqué. Recuerdo que planeaba mi viaje a Los Ángeles desde hace algún tiempo y que terminé haciéndolo un par de años después (mi hermana se apuntó al viaje).
Mi pasión dawsónica se explica también en el romance. Pocas cosas más románticas he visto yo en mi vida que Dawson Crece, una serie que moldeó y reforzó mi pasión por los grandes gestos románticos... que he ido apagando con el paso de los años o, más bien, han ido mutando en gestos menores, más cotidianos, pero quizá más auténticos. Yo entendía, y entiendo, el romance en el sentido clásico hollywoodiense: grandes demostraciones de amor en parajes de postal con una canción pop ajustada al momento. Así pues, puede que lo que ame no es el romance sino el videoclip y la impostura. Me da igual. Uno ama lo que ama. El romance teenager televisivo, tan excelsamente retratado en Dawson Crece, siempre me ha pirrado... será por los pocos que viví.
Dawson también me molaba, claro, por las carnes. Katie Holmes y Michelle Williams eran dos pequeñas diosas televisivas a las que admirar y a las que dedicar muchas búsquedas en la por aquel entonces incipiente internet. A mí la que siempre me puso cosa mala fue Michelle Williams, que en la serie era una rubiaza descocada recién llegada a Capeside tras pegarse la fiesta (y la orgía) padre en Nueva York. Michelle era una jovencita prieta y morbosa con la que fantasear y, además, era una actriz como Dios manda. Esto en su momento no me importaba demasiado a la hora de admirar lo tremenda que estaba, pero me alegro de que esté rodando películas y de que su hijita y ella se hayan repuesto (espero) de la muerte de Heath Ledger, de quien se separó mucho antes de que éste muriera. Katie Holmes, pese a ser el objeto de deseo de Dawson y la portada de la Rolling Stone y la novia de América, nunca me provocó demasiado interés en el departamento calenturas. Tom Cruise no pensará lo mismo. Tom Cruise, por cierto, se ha casado con Joey y ha rodado una peli con Felicity. Viejo zorro.
Cualquier post se queda corto para enumerar mis razones para amar Dawson Crece y creo que lo voy a dejar aquí (podría empezar a hablar del amor peliculero que hay en la serie y no pararía). Creo que voy a resumir el porqué de mi amor por esta serie en una razón bastante gay: Dawson es una serie preciosa. Y, vista con los ojos del adolescente que aún no había descubierto algunos de los más grandes misterios de la vida, más aún.
Para acabar con el tema Dawson, siempre quise a encontrar a mi Joey Potter. Y sé que la he encontrado en mi Loidita. For that, I am happy.
No puedo resistirme a poner otro vídeo que tiene que ver con la serie. Un montaje entrañable que ha hecho un tal TikiTyler9 con el "Teenage Wasteland" de los Who sonando a todo meter. Siempre Dawson.
3 comentarios:
Siempre me resulto escabrosa la elocuencia de estos muchachos... pero cuando lo veo en la mierda de la TDT que nos ha traido el destino, recuerdo veranos bajando al buzon... y me gusta.
Jaja, escabrosa... Las bajadas al buzón eran muy grandes. Dawson nos pilló al final de nuestro carteo, no?
Por cierto, que me he perdido la transición española a la TDT, no sé cómo será eso de tantos canales en mi idioma natal... ya lo probaré.
¡Plas, plas, plas! Gran entrada.
Eso sí, a mí me ponía mucho más la Katie Holmes, la verdad. La otra tenía un poco cara de guarrindonga, ¿no? (¡¿y desde cuando es eso un problema?!), un poco bastorra, no sé… Sin embargo, la Holmes con esa pinta de modosita de no haber roto nunca un plato, esa mirada triste pero cautivadora, esos labios húmedos y carnosos, esa boquita siempre entreabierta… En fin…
Para mí, la serie tenía un problema fundamental: el propio Dawson. No era creíble que un tío con esa pinta de garrulo pueblerino derrochara tanta sensibilidad. No se lo creía ni él mismo. La chica era preciosa; el chico era un garrulo con cara de camionero bestiajo. Ahí fallaba todo para mí; un miscasting de manual, como lo llaman los americanos. Y, bueno, por supuesto, a veces los diálogos parecían estar sacados de una novela romántica de mediados del XIX.
Pero en general, y a pesar de que nunca la vi entera (no sé en qué temporada me quedé; un día de estos la retomaré, cuando acabe con las 267), tengo buenos recuerdos de la serie. Y, eso sí, me quedo con el tema musical de apertura de créditos. Ese I Don’t Want a Wait de Paula Cole merece mis respetos.
Ya digo, gran entrada. Este blog era necesario para el ser humano.
Saludos.
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