Continuamos la serie de posts en la que dudamos de seres o materias que son o fueron referentes incuestionables. Al poner la lupa sobre ellos, descubrimos realidades incómodas, como cuando se mete en el messenger un contacto con el que no quieres hablar y no sabes cuánto tiempo esperar para desconectarte.
· La versión oficial: Jack Bauer no iba al cuarto de baño porque estaba dedicado en cuerpo y alma a defender a los Estados Unidos de América
· La verdad: Jack Bauer no necesita ir al baño
· Quién ha encubierto la verdad: La Fox, David Palmer, Julia Roberts (le dejó plantado en el altar).
Si un tío se pasa un día entero sin ir al baño, raro. Pero si un tío se pasa ocho días de su vida, 192 horas, sin ir al baño, es que ese tío no tiene uretra. La uretra, el conducto por donde hombres y animales emiten la orina desde la vejiga al exterior, puede jugarte malas pasadas. Sobre todo si eres agente de la UAT (Unidad Anti-terrorista) y tu misión es salvar el mundo. El simple acto de bajarte la cremallera de los vaqueros puede poner a una ciudad entera al borde de la destrucción. Una visita al aseo, por muy rápida que sea, puede suponer la muerte de millones de civiles inocentes. Y cuando ir al baño puede acabar en hongo nuclear, cierras el ojete.
La heroicidad de Jack Bauer, nunca lo supimos, nacía en su uretra. Su dominio de las situaciones, su capacidad de resolución, la forma en la que siempre volvía de las garras de la muerte… era su uretra. Jack –héroe sobrenatural- se distingue de todos nosotros –pobres paletos- desde el momento en el que domina y neutraliza su entrepierna. Porque cuando uno de nosotros tiene que ir a mear, todo lo demás es accesorio. Terroristas árabes, rusos o kazajos, nada importa cuando el pis llama a tu puerta. Entre detener una conspiración que se extiende por todos las ramas del gobierno o echar una meadita cuando hay ganas, la mayoría de nosotros optaríamos por la meadita.
Pero Jack no. Jack tira por la calle de en medio y resuelve el problema a las bravas, matando a la uretra. Eliminando el conducto que le puede aliviar, sólo le queda el ansia. El ansia de mear. Es en esta ansia donde Jack Bauer edifica su heroísmo. Prolongando el deseo de miccionar, perpetuándolo casi hasta el sadomasoquismo, Jack consigue un bamboleo interno y eterno, un baile de San Vito eléctrico y regenerador que le permite sobrevivir a terroristas de todos los continentes, asesinatos de mujeres y amantes, secuestros de hijas, las presidencias de David Palmer, Charles Logan y Allison Taylor; y hasta interrogatorios con pinzas fotovoltaicas conectadas a los pezones.
Fue la uretra, amigos. Fue la uretra desde el principio. Eliminando la gatera por la que el pis obtiene la libertad, al cuerpo humano se le genera un malestar que Bauer convirtió en una fuerza vital que ni siquiera Goku en sus mejores tiempos fue capaz de invocar para sí mismo. Porque las ganas de mear son demasiado para cualquier hombre, incluso para un superguerrero. Pero no para Jack, alejado ya de la simple categoría de mortal. Concluyamos que un tipo que no se para a mear en ocho días está ya bastante por encima de lo que llamamos “un ser humano”.
Ningún villano cayó en la cuenta. Ningún pazguato con ganas de volar un edificio por los aires pensó jamás en qué era lo que mantenía siempre con vida a Jack: su necesidad de hacer pis. Era su uretra lo que tenían que haber secuestrado, y no a la maciza de Elisha Cuthbert. Porque todo aquello que parecían cualidades humanas llevadas al extremo (su olfato para detectar conspiraciones, su maestría a la hora de regatear al sueño, sobrevivir a descargas eléctricas), no era otra cosa que el pis, que le mantenía despierto, ágil, al borde del precipicio.
Quizá, alentado por Jack y su estilazo empuñando una semiautomática, te vengas arriba e intentes replicar su hazaña: “Yo también puedo prescindir de la uretra”. Es un deseo comprensible, yo también me colgaba toallas con pinzas en la espalda después de ver “Superman”. Pero seamos sinceros: tú no puedes vencer al pis. Viaja conmigo al universo de los sentidos e imagínate que te entran las ganas de visitar el excusado estando en plena calle, en un frío día de invierno, con los vientos azotando tu cara y, por qué no decirlo, tu huevera. La combinación de orina y gélidas temperaturas es un combinado que ni el más duro de los hombres de acción podría resistir. Si no vuelves a casa a miccionar, te meterás en el primer bar que encuentres.
Jack Bauer, pese a su naturaleza superheróica e inmortal, no es distinto de ti o de mí. A él también le vienen mares de orina en el peor momento. Lo que ocurre es que sus peores momentos suelen ser bastante más jodidos que los nuestros: un grupo terrorista quiere detonar una bomba nuclear en el centro de Los Ángeles, un señor ha secuestrado a su hija, un asesino a sueldo amenaza la vida del presidente de Estados Unidos, etc. El heroísmo de Jack Bauer no se acredita por sus salvamentos de presidentes o por matar a esos terroristas anónimos y caricaturizados que, no nos engañemos, merecen la muerte; sino por librarse a sí mismo del yugo opresor del pis. Ese oscuro río amarillo, caliente y vengativo, que no hace sino dirigir cada día de tu existencia. Bueno, pues esto se acabó. Por fin ha llegado un hombre capaz de elevarse por encima del pis. Jack Bauer ha llegado al mundo para enviar un mensaje claro y cristalino: si sobrevivimos al crash financiero, sobreviviremos al pis. Resistiremos.
Ninguno de sus amigos a lo largo de las ocho temporadas de “24” fue capaz. Tony Almeida, Nina Myers, René Walker, David Palmer, Audrey Raines, su propia hija, Kim Bauer… nadie fue capaz de agarrar por la pechera a Jack y decirle: “¡Tienes que salvar el mundo, sí, pero también tienes que hacer pis, maldita sea!”. Nadie veía raro que Jack no visitara nunca el excusado. El mundo comenzó a aceptarlo como algo normal. Jack Bauer, simplemente, no meaba. No era uno de esos tipos. Jack Bauer salvaba al mundo y, para hacerlo, se salvaba a sí mismo de su uretra y lo que ésta le pedía. Tanto controlaba Jack su uretra y su orina que hora a hora, día a día, temporada a temporada, fue desnaturalizándolas. El cuerpo de Jack dejó de producir orina y la uretra, simplemente, dejó de tener sentido en el cuerpo de Jack Bauer. Como un abdominal en el cuerpo de King África: la única acción posible era la fuga.
Así pues, Jack Bauer se convirtió en el primer agente de la UAT cuyas taras físicas (ausencia de uretra) significaron un beneficio en su carrera profesional. Podríamos hablar aquí de discriminación positiva, si bien el hecho de que Jack prescindiera de uretra una vez iniciada su labor en la UAT deja la discusión en un terreno pantanoso (nunca mejor dicho). Algunos dirán que lo hizo por la patria, por la bandera, por el mundo. Que quería salvarnos a todos. Pero puede que, simplemente, quisiera dejar de tener que limpiarse las gotitas. Porque ni siquiera Jack Bauer puede controlar esas gotitas que te caen cuando creías que ya habías terminado. The following takes place between 9am and 10 am. Events occur in real time. Except for the pis. It doesn´t happen. At all.
1 comentario:
"Pero puede que, simplemente, quisiera dejar de tener que limpiarse las gotitas. Porque ni siquiera Jack Bauer puede controlar esas gotitas que te caen cuando creías que ya habías terminado".
Jajajajajajaja, ¡genial! Grandísima entrada, en tu línea.
Jack Bauer nunca orinó mientras salvaba al mundo, es cierto (y creo que tampoco comió jamás, aunque no podría asegurarlo). Pero sí que tuvo tiempo para cumplir con otra necesidad fisiológica de primer orden: echar casquetes. Valga como ejemplo, en su último día de salvación del mundo, el casquete que le echó a la René Walker antes de que la asesinaran. Mear no mearía, pero lo que es el teto…
Esta sección, “Dudando de ti”, es imprescindible, Clark. Queremos más. Y hablando de “querer más”, ¿para cuándo un nuevo episodio de The Iwisi Show? El mundo lo necesita, y tú lo sabes.
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