12 de abril de 2011

Disfrutando el poder reparador del hogar

Esto de titular todos los posts con la letra "D" at the beginning me está obligando a hacer unos encajes de bolillos imposibles... En fin, que lo que venía a decir es que como el hogar no hay nada, amigos. El anuncio de El Almendro estaba en lo cierto. A lo que apetece volver, siempre, es a casa. Hace bien poco he vuelto a casa tras más de dos meses sin pasar por allí ni para dar los buenos días. Ha sido como tirarme de cabeza en una piscina de Red Bull: me ha revitalizado casi hasta el punto de darme alas. El calorcito de siempre, la seguridad de sus paredes, la agrable rutina de lo conocido; y, por supuesto, su comfort food (qué bien definen los pubs dublineses este tipo de comida). Por no hablar del amor con el que a uno le reciben. En casa siempre te darán besos en los mofletes, aunque seas un cefalópodo extraterrestre.



Lo dijo mucho mejor que yo el cartel ante el que tantas veces sonreí en mis veranos en Ferreirola, La Alpujarra: "Haga frío o calor, en casa de Tío Pepe se está mejor". Qué cierto eras.

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