15 de junio de 2011

Dudando de ti, Sarah Jessica Parker

Iniciamos aquí una serie de posts en la que dudamos de seres o materias que son o fueron referentes incuestionables. Al poner la lupa sobre ellos, descubrimos realidades incómodas, como cuando se mete en el messenger un contacto con el que no quieres hablar y no sabes cuánto tiempo esperar para desconectarte.




· La versión oficial: Sarah Jessica Parker es una mujer guapa y atractiva

· La verdad: La Sarah Jessi es más fea que un Frigopie con el dedo gordo mordido

· Quién ha encubierto la verdad: Sus compañeras de reparto en “Sexo en Nueva York”, con tal de seguir llevándoselo calentito; los anunciantes que la contrataban como imagen de sus productos; Manolo Blahnik.

Cuatro globos de oro y dos Emmy, portadas de revistas, campañas publicitarias…Grandísima embustera, quisiste engañarnos como a chinos. Not anymore. Muchos lo sospechaban pero nunca abrieron la boca. Aficionados a “Sexo en Nueva York”, amigos y familiares, productores de Hollywood; a todos les rondaba la misma pregunta por la cabeza pero nunca se atrevieron a hacerla en voz alta: “¿Pero esta mujer no es más fea que un pie?”. Pues sí, hijos míos, la Sarah Jessi es más fea que pegarle a un padre con un calcetín sudado: manos venosas, cara caballuna y piel viejuna forman un bamboleo de fealdad innegable. Pero la gente cree que está buena. ¿Cómo lo ha conseguido la muy pájara?

Sarah Jessica Parker nació el 25 de marzo de 1965 en Nelsonville, Ohio, con un objetivo muy claro: nublar nuestras mentes para hacernos creer que estaba buena. Lejos de revolucionar el showbusiness consiguiendo la noble hazaña de ser la primera mujer objetivamente fea aceptada como protagonista de series y películas, Sarah Jessica Parker prefirió algo más arriesgado y netamente hollywoodiense: no sólo ocultaría su condición de cardo borriquero, sino que además nos haría creer que estaba buena. Y, maldita sea, lo ha conseguido. ¿Betty la fea? Tiene todo mi respeto. ¿Ser fea y ganarte al personal poco a poco con tu personalidad hasta que te aceptan y dejan de fijarse en lo fea que eres? Meritorio. Pero, ¿al lado de lo que ha conseguido Sarah Jessica Parker? Una auténtica mierda.

Sarah Jessica Parker, desde que se levanta hasta que se acuesta, está representando un papel, el de tía buena. O sea, que tenemos a una mujer fea representando el papel de una mujer guapa que, a su vez, da vida a otras mujeres guapas en las series y películas en las que participa. Eso significa representar dos papeles al mismo tiempo casi cada día de su vida. ¿Cuánto tiempo puede aguantar así una persona, por muy buen actor o actriz que sea? La mujer lleva ya unos cuantos años aguantando, pero ha tenido sus resbalones. Tomemos como ejemplo su papel en “¿Qué fue de los Morgan?” (“Did you hear about the Morgans?”, Marc Lawrence, 2009), con el que casi se le vino abajo todo su entramado al no poder lidiar con tres personajes al mismo tiempo. La película, una comedia romántica en la que hay tanto romance y comedia como en una visita al podólogo, cuenta cómo los Morgan, una pareja en dificultades, tiene que acogerse al programa de protección de testigos, abandonar Nueva York para mudarse a Wyoming y, lo más importante de todo, cambiar sus nombres y sus vidas. Meryl Morgan (Sarah Jessica Parker) será a partir de entonces Meryl Wheeler y Paul Morgan (Hugh Grant) será Paul Wheeler.

Hugh Grant no se complicó la vida ante el desafío (decidió hacer otra vez de sí mismo y salir corriendo a cobrar el cheque), pero imaginaos el cacao mental de Sarah Jessica Parker : preocupándose de interpretar el papel de tía buena con el que tiene engañado al mundo occidental mientras la están maquillando para, unos minutos más tarde, entrar en el plató y sumarle otro papel al que interpreta desde que se levanta: el de la estilosa mujer neoyorkina de Hugh Grant que finge ser una paleta desarreglada de Wyoming. Eso son tres engaños al mismo tiempo y eso no hay método Stanislavski que lo aguante. Sarah Jessica Parker cometió un error de principiante, un rookie mistake, al aceptar un papel triple por primera vez en su carrera: Sarah Jessica Parker la mujer fea (la realidad) hace de Sarah Jessica Parker la actriz de cine que hace creer a todo el mundo que está buena (el primer papel), que a su vez da vida a Meryl Morgan, una atractiva ejecutiva neoyorkina (el segundo papel) que se hace pasar por una paleta de pueblo llamada Meryl Wheeler (el tercer papel). Ni Al Pacino saldría de ese brete. Esto sólo lo habría sacado adelante una matrioska.

Sarah Jessica Parker, tras años de éxitos televisivos y cinematográficos, perdió el sentido de la realidad. La mujer, convencida de que podía meterse un personaje tras otro en el cuerpo como si fuera un iPod humano, arriesgó demasiado y casi pierde todo lo que había conseguido. Si su agente no se lo dijo tras el fracaso de la actriz en esa película (estuvo nominada al Razzie 2010 a la Peor Actriz del año), ya se lo digo yo: Sarah Jessica Parker, tú dedícate a lo tuyo. Sexo en Nueva York, Sexo en Nueva York la película y… bueno, básicamente Sexo en Nueva York. Vete metiendo una comedia romántica aquí y allá, sí, pero no te compliques la vida. No aspires al Oscar. Lo tuyo son los potes, los estilismos, los zapatos de tacón. Parafraseando a Tommy Lee Jones en “Men In Black”, la gente está contenta creyendo que todo está bien colocadito. Ellos creen que eres una tía guapa y glamurosa con cierta psicopatía zapatil. Déjalo estar, déjales que sean felices. La gente necesita sus referentes hollywoodienses. ¿Qué pasaría si Bruce Willis, de repente, empezara a hacer películas independientes en las que no salva el mundo? ¿Y si a Tom Hanks se le ocurre hacer de malo? ¿Y si a Johnny Depp le da un día por interpretar a una persona normal? El mundo se desmoronaría. La gente necesita seguir creyendo que Sarah Jessica Parker está buena.

Por ejemplo, “Novia por contrato” (“Failure to launch”, Tom Dey, 2006)  funcionó a la perfección. En la película, una crítica a lo tarde que abandonan los hijos la casa de sus padres que tiene la sutilidad de un debate con Coto Matamoros, Sarah Jessica Parker da vida a Paula, una mujer guapa y exitosa contratada por los padres de Tripp (Matthew McConaughey) para que se haga pasar por su novia y sacarle así para siempre del hogar paterno. Alguno podría argumentar, cual zarigüeya en celo, lo siguiente: “¡Eh, eh! ¡Sarah Jessica Parker se hace pasar por la novia de Matthew McConaughey! ¡Está haciendo otra vez un triple papel (tía buena de Hollywood, mujer exitosa contratada por los padres, novia de Matthew McConaughey) y ésta vez no la caga!”. En primer lugar, debes aprender a diferenciar a los actores de los papeles que hacen en las películas. No puedes decir, por ejemplo, que Batman sale en “Jackie Brown”. Se llama Michael Keaton, no Batman. Y no trabaja en Hollywood desde 1957. Pero eso es otro tema.

En segundo lugar, el papel de Sarah Jessica Parker en “Novia por contrato” es completamente diferente del que interpreta en “¿Qué fue de los Morgan?”. La clave está en la guapura del personaje. Si Sarah Jessica Parker interpreta a una tía buena y con éxito en la vida, por muchas facetas y dimensiones que ésta tenga, va a clavar el personaje. Lleva haciendo ese personaje desde que nació en un hospital de Nelsonville una fría noche de 1965. En cambio, si el personaje que debe interpretar Sarah Jessica Parker se relaciona con la fealdad en alguna de sus formas (señores calvos y bajitos, protozoos, John Turturro), la cagará irremediablemente. Es ésta capa la que no puede añadir Sarah Jessica Parker a su photoshop interpretativo. ¿Tías buenas y con éxito? Te puede hacer 512 al mismo tiempo. Y bailar una batukada mientras lo hace. ¿Tías feas y sin relevancia social? Fracaso absoluto.

Sarah Jessica Parker lleva tanto tiempo distanciándose de sí misma (la fealdad) que ya no la tolera, como el que no puede tomar lácteos. Sara Jessica Parker nos vendió la moto (“estoy buena y no se hable más”) y no es que no quiera bajarse de ella, es que no sabe cómo hacerlo. Sarah Jessica Parker está buena y marca tendencia. El agua moja, el cielo es azul, que diría Bruce Willis en “El último Boy Scout”. Verdades absolutas. Así es como se ha hecho rica la mujer: creyéndose ella misma la mentira. Y, seamos sinceros, no ha sido una mentira sencilla de instalar en las mentes de los espectadores de cine, los televidentes de su serie y los lectores de revistas. Porque Sarah Jessica Parker es fea. Es fea y, además, tiene fealdad caballuna. Es una realidad globalmente aceptada, pero enterrada en el fondo de nuestro subconsciente. Si Enigma en la psicodélica “Batman Forever” era capaz de adentrarse en las mentes de los ciudadanos de Gotham City para manipularlas a su antojo, Sarah Jessica Parker fue capaz de quebrar nuestros pensamientos. La mayoría de nosotros sabemos la verdad, que es más fea que Picio, pero no hemos sido capaces de desenterrarla. Jorge Berrocal lo expresó mejor que yo en la primera (y mítica) edición de “Gran Hermano”: “Había algo dentro de mí que me lo decía".

Algún luchador de la verdad, discípulo de Mulder, se ha atrevido a hablar. En Internet Movie Database hay un foro que empieza con el siguiente título: “¿Apostaríais dinero a Sarah Jessica Parker si participara en una carrera de caballos?”. Pero son sólo unos pocos. La gran mayoría sigue creyendo la pantomima. Así pues, ¿cómo ha conseguido Sarah Jessica Parker mantener este teatrillo todos estos años? ¿Cómo no se le ha venido abajo el castillo de naipes de su fingida lozanía? ¿Cómo es posible que, siendo fea y chuchurría, nos haga creer que está maciza? Tres palabras: sexo, zapatos, nombre. Empecemos con la mejor de todas sus cortinas de humo: Sexo en Nueva York (“Sex and the city”, 1998-2004).

El sexo

Como dijo Amanda en “Melrose Place” antes de cepillarse a Billy Campbell para robarle una campaña de publicidad, “el sexo vende”. Y Sarah Jessica Parker lo sabe. La mujer decidió ocultarse detrás del sexo. Inundó su serie de pechos, culos y magreos a gogó con tal de que nadie se parara a pensar en si la protagonista estaba buena de verdad. Mientras Sarah Jessica Parker (productora ejecutiva de la serie) nos tenía distraídos con bustos, traseros y cinturas, evitaba que llegáramos al fondo del asunto: “Eh, me estoy fijando en que la protagonista de la serie no está tan buena como parece y puede que… ¡eh, Kim Cattrall se está despelotando otra vez!”. No había escape posible. Con tanto trajín era complicado fijarse en si la protagonista estaba realmente buena.

Además, la mujer fue lo suficientemente hábil como para disfrazar el producto de estilo. “Sexo en Nueva York” era porno light y todos lo sabíamos, pero estaba producida por la HBO, especializada en series televisivas de calidad como “Los Soprano” o “The Wire”. Así que verla no te distinguía como un salidorro o una viciosilla, sino como un espectador selectivo (“es una serie de la HBO, todas estas bacanales tienen que significar algo”).

El nombre

Ésta es una aportación básica a su campaña de distracción: las actrices con nombres triples se recuerdan más fácilmente que las que tienen vulgares nombres dobles. Y las recordamos mejor porque los nombres triples funcionan como reglas mnenotécnicas: una palabra te lleva a la siguiente, y la siguiente te trajo hasta la última. Es una concatenación nominal de la que no hay salida. Es decir “Sarah…” y te sale el “Jessica Parker” del tirón. Es pensar en el rostro de la actriz, recordar su nombre de pila y soltarlo todo en un suspiro: Jennifer Love Hewitt, Jamie Lee Curtis, Sarah Michelle Gellar, Sarah Jessica Parker.

“Seré más fea que El Fary mordiendo limones, pero mi nombre se le va a grabar a la peña en la mente y voy a seguir en la pomada como sea”. Fea, sí, pero con una cabeza bien amueblada y las ideas claritas. Sarah Jessica Parker lo tuvo claro: potenciar su nombre por encima de su careto. Ha conseguido que, a fuerza de recordar su nombre, olvidemos su cara de bruja mala de Disney. Es verla y querer olvidarla (“no es que sea fea, es que es incómoda de ver”, dijo su primer director de casting), pero es escuchar su nombre y no hay forma de borrarla. En términos de belleza su cara es Rossy de Palma, pero su nombre es Scarlett Johansson.

Los zapatos

El punto más evidente y en el que creo que no hay que extenderse demasiado. Si una mujer con ese rostro es un icono del glamour y la belleza Hollywoodiense, ¡¡yo también quiero esos zapatos!!

Según un reportaje de www.eleconomista.es publicado el 28 de febrero de 2008, “desde que Sarah Jessica Parker los valorara como a su propia vida en Sexo en Nueva York o Madonna dijera que eran incluso mejor que el sexo porque duraban mucho más, “los Manolos” (zapatos de la marca Manolo Blahnik) se han convertido en un puro objeto de deseo para el sexo femenino. Y no es para menos si hacemos mención a su precio: desde 400 hasta 3.000 euros”. Uno sube las ventas y la otra nos vende la moto. No hace falta decir nada más.

Si ponemos a Sarah Jessica Parker en una calle de Móstoles con unas deportivas, la llamamos Carmen y no la vemos practicando el sexo, pasaríamos de ella olímpicamente. Es la magia de Hollywood y de una mentira excelentemente trabajada por una mujer que más que de actriz, ejerce de ilusionista. Sarah Jessi, eres una fulera, pero te aplaudo.

P.D. Y no, SJP no participó en el rodaje de "Seabiscuit". Tobey Maguire tenía dificultades para montarla.

6 comentarios:

Rfa. dijo...

Je, je. Confieso que hace años tuve una novia y lo más bonito que solía decirle era: "te pareces a Sarah Jessica Parker". Me pregunto si habrá leído tu post. Y, ya puestos, me pregunto si habrá pensado con rencor en mí al hacerlo.

Clark Kent dijo...

¿Cómo le decías esas cosas, Rafa? Aunque si se parecía a la mujer en sus posibles, no creo que te guarde rencor.

Aire Fresquito dijo...

Te despachaste a gusto, ¿eh? Pobre Sarah, debe tener los oídos a punto de estallar.

De todas maneras, bravo por este ensayo. El pueblo quiere oír las grandes verdades.

Jimmy Dix dijo...

Sublime. Magistral. Genial.

Mi novia, que ya estaba dormida la pobre, se ha despertado después de llevar un rato escuchando mis carcajadas (y eso que yo me estaba tapando la boca para evitar mi asesinato a manos de los vecinos). Con eso te lo digo todo. Te has superado a ti mismo, Clark. Eso es un hecho.

Y sí, el agua moja, el cielo es azul (me lo dijo Joe Hallenbeck, ya me entiendes) y la Parker tiene cara de caballo. Las cosas como son.

"Dudando de ti" es, desde este mismo momento, mi etiqueta preferida del blog. Y este blog es lo más grande que el ser humano ha creado.

Clark Kent dijo...

Loidita de mi vida, así acaban mis libros inconclusos... en posts. Pero creo que la gente se merecía saber la verdad a este respecto, jeje.

Jimmy, qué grande eres. ¡¡Joe Hallenback!! Debo revistar ésta y una que se llama "Last Man Standing" o algo así, una especie de "Jungla de Cristal Noir" con Willis repartiendo manduca vestido de época. Bruce Willis is for all seasons, you know.

Anguxi dijo...

Que gran verdad!SJP ES UN CABALLO DISFRAZADO. Es dura de mirar. y es cierto..te omnubila la mente.HE visto sexo en Nueva York, varias veces (divinas reposiciones de Divinity!) y los primeros dias, no apraba de decir..Mira que es fea esta mujer, es como la bruja del mago de Oz...pero despues la ropa de diseño, los zapatos y el folleteo...te despistas...